Prácticamente
en la confluencia del camino a la ermita de Nuestra Sra. de Nava con la salida
de la carretera hacía Santa Cruz de la Salceda está marcado por la existencia
de un humilladero que data de los primeros años del siglo XVII. Este cruce de caminos
fue elegido allá en 1613, por un piadoso matrimonio de la villa para levantar
el monumento que posiblemente tuviera un fin expiatorio además del claro sentido devocional. Fue reconstruido
a principios de la última década del siglo XX, ya que poco antes de los años 50
había perdido su primitiva cubierta y la ruina se cebaba día a día en este
piadoso símbolo cristiano.
El
humilladero está formado por dos piezas: el crucero y una estructura de
protección o templete. El primero es una columna toscana, elevada sobre tres
gradas, sostiene una cruz en cuyas caras aparece la imagen de Cristo
crucificado y de la Inmaculada en la otra.
El templete presenta cuatro gruesos estribos
que sustentan un tejado de suaves vertientes a cuatro aguas, cuyas vigas llegan
a formar un pequeño artesonado que fue colocado nuevamente tras la citada
restauración.
No
se conservan ni existen referencias documentales sobre dicha obra, aunque una
leyenda en la base de la columna nos da una información de sus promotores de
mecenazgo y cronología del mismo:
ESTE
UMILLADERO IZIERON BENITO MARTINEZ I MAGDALENA RAMIREZ SU MUGER VEZ. DESTA B. A
SU COSTA AÑO 1613 (Ó 1618)
Realizado
en cuidada piedra de sillería su muestra como un hito urbanístico que avala el
desarrollo alcanzado durante los siglos XVII y XVIII, por las manifestaciones
devocionales de carácter popular. A ello debe unirse, además, el gran fervor
demostrado siempre por los vecinos de Fuentelcésped hacia la cruz y a las
diferentes fiestas que la exaltaban como signo de redención y señal
identificativa de los cristianos. La religiosidad barroca, que tendía a una
clara proximidad con las imágenes y símbolos piadosos, podía llegar a
transformar estos lugares de veneración en escenario de actividades poco
edificantes para la moral, es por ello que en cierta ocasión las autoridades
del obispado de Segovia ordenan:”…que en
el humilladero no permita dicho cura se juegue, ni se beba, ni coma en dicho
lugar”
EL ROLLO O PICOTA
De
diferente naturaleza urbanística, Fuentelcésped contó con otro importante hito,
actualmente desaparecido. Nos referimos
a un rollo o picota cuya existencia databa, por lo menos, de principio del
Seiscientos pues, cuando en 1606 el conde de Miranda toma posesión de la
localidad tras su compra, se menciona la presencia de tan vergonzante elemento.
Posiblemente lo levantasen con motivo de la concesión del título de villa en 1556,
como símbolo de la nueva situación jurídico-administrativa conseguida. En un
principio estuvo situado en la zona de las bodegas, pero en 1629, el Concejo acuerda
cambiar su emplazamiento; “…y que se
ponga más adelante del humilladero, junto a la esquina de la prader(?) de la
tierra de Joan Martín...”
(Fuentelcésped, la villa y su patrimonio, siglos XVII y XVIII, Mª José
Zaparaín Yáñez)
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Rollo de la cercana localidad de Vadocondes |
El
rollo o picota, era la columna donde se colgaban las cabezas de los ejecutados, o miembros
amputados para escarnio, escarmiento y aviso. En la actualidad apenas quedan
picotas o cruceros, que también llamaban rollos, lo más común al haber sido la
mayoría de madera (Vg Maderuelo) por, ser villas pobres, el tiempo e incendios
acabaron con ellos, otros fueron derribados ateniéndose a la orden emanada del decreto
de las Cortes de Cadiz de 26 de mayo de 1813 en la que: Los ayuntamientos de todas las villas, pueblos y lugares procederán
por sí y sin causar perjuicio alguno, a quitar y demoler todos los signos de
vasallaje que haya en sus entradas, casas capitulares o cualesquiera otros
sitios, puesto que los pueblos de la nación española no reconocen ni
reconocerán jamás otro señorío que el de la nación misma, y que su noble
orgullo sufriría tener a la vista un recuerdo continuo de su humillación.
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Rollo o Picota de Boadilla del Camino |
Estos
"engendros vergonzantes" se colocaban generalmente en las entradas de
los pueblos, normalmente el sitio más transitado; estaba dotado de garfios o
argollas de los que se colgaban los miembros amputados de los ajusticiados.
Otro uso de este artilugio, de hay su nombre humilladero, era exponer para,
vergüenza y deshonra del populacho, al condenado durante horas y a veces por
días, cuando no era flagelado o vilipendiado con otras artes. Localidades que
no poseían la columna pétrea, fijaban los ganchos y argollas a una pared de
algún edificio importante, bien fuera la iglesia parroquial o la casa de un
señor importante. Los que permanecieron, salvándose de su derribo gracias al
Decreto 14/III/1963, según el cual: Los propietarios, poseedores u usuarios de
escudos, emblemas, piezas heráldicas, rollos de justicia, cruces de término y
demás piezas de análoga índole cuya antigüedad sea más de cien años no podrán
cambiarlos de lugar ni realizar en ellos obra o reparación alguna sin previa
autorización del Ministerio de Educación Nacional, fue ni más ni menos por que
colocaron en su cúspide, cruces de hierro forjado, pasando por tanto por
cruceros en lugar de rollos o picota.
Precioso reportaje, me ha encantado.
ResponderEliminarGracias Concha. Un abrazo
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