CRÓNICAS DE LA VILLA DE FUENTELCÉSPED

Creando futuro, recuperando el pasado

martes, 28 de abril de 2015

Las campanas de Fuentelcésped

Las campanas de Fuentelcésped

N
o existen datos fiables en la villa quién fue el campanista o campanero que allá por los siglos XVII - XVIII fabricó las campanas que alberga la  torre. Lo que sin duda alguna, se puede imaginar, que las campanas fueron fundidas en este mismo pueblo, y por ser más exactos, dado el gran espacio, en la misma plaza; ya que el estado del firme de los caminos en esta época y las malas condiciones del transporte existente al hacerse normalmente en carretas de bueyes o caballerías, hacia necesario efectuar la fundición en lugar próximo evitando que se quebrasen o rajaran durante el tortuoso y difícil transporte.

Imágen procedente de oficiostradicionales.net 
Se relatan datos fiables sobre el gremio de campaneros, que existieron muchos desde la edad media en nuestra Península, que aparte de trabajar para la mayoría de pueblos y ciudades de España, llegaron a ser solicitados a partir del renacimiento en muchas localidades de Europa y América, como los campaneros de la comarca cántabra de Transmiera:
 
De su importancia destaca el hecho de que importantes catedrales en México o Perú posean campanas hechas por trasmeranos a pie de obra. Así en Lima se fundió en 1797 para su catedral la campana denominada "La Cantabria" que refleja la importancia de estos artesanos y su lugar de procedencia.
En 1753 se realizaría por maestros fundidores de Arnuero la considerada campana más grande de España, de 14,4 toneladas, destinada a la catedral de Toledo, conocida en esta ciudad como la "Campana gorda" y en la que se estuvo trabajando durante dos años. Cuentan las crónicas que cuando se estrenó, su sonido provocó la ruptura de los cristales de la ciudad, lo que obligó a agujerearla para amortiguar el volumen de sus tañidos, y que del susto "malparieron" todas las damas que estaban embarazadas. (https://es.wikipedia.org/wiki/Comarca_de_Trasmiera) 

Con seguridad sería todo un acontecimiento la llegada del campanero a Fuentelcésped cuando tras descargar en la plaza los metales y demás trebejos de su oficio se ponía manos a la obra.

En el supuesto, casi posible, que el trabajo se hubiera realizado in situ, el proceso se realizaría del siguiente modo: En primer lugar comenzaba la operación construyendo con sus ayudantes un horno de colosales proporciones, junto a este un hoyo con una holgada amplitud para que cupiese el molde y los operarios manteniendo una adecuada movilidad. Una vez montado este fenomenal tinglado  se apilaban las leñas de sabina (mal llamado enebro en esa zona) y encina como el bronce, que normalmente procedía de campanas rajadas o desechadas. El campanero tomaba medida del arco del que se suspendería la campana una vez se le había informado si la campana iba a ser volteada o simplemente ser tañida.

Después se procedía a la primera de las seis fases que exigía la fundición artesanal, construyendo el núcleo, una campana de ladrillo o adobe con recubrimiento de tierra, pulida y lustrada sin dejar una sola fisura que produjese un eventual escape. La siguiente fase se llevaba a cabo recubriendo el núcleo con una capa de arcilla del grosor estimado de la campana que se desease fundir; Cuando el campanista era un consumado experto realizaba en dicho molde series de dibujos, filigranas o alguna leyenda que le hubiesen indicado: verbigracia, nombre del santo a quien iba dedicada, con unos cordones, que actuaban en la tercera fase de su construcción. Sobre otra falsa campana de materiales bien trabados y colocada sobre la arcilla anteriormente depositada, se efectuaba un agujero que sería imprescindible para la última operación.

La cuarta parte se constituía como la más delicada de todas, efectuándose con milimétrico cuidado, rompiendo acto seguido, colocando otra vez el molde externo con gran cuidado, precisión y centrado. Se pasaba después a la quinta fase: encender el horno y conseguir una altísima temperatura. Una vez calentado el metal, comprobando la correcta aleación cobre estaño para conseguir un bronce adecuado se transvasaba la colada por un canal desde la base del horno al vértice del molde por donde corría el líquido incandescente, ocupando el espacio que anteriormente lo había hecho la arcilla.

Después a esperar, sin ninguna prisa, el enfriamiento del metal. Después se procedía a romper los moldes y aparecía la campana con todos sus dibujos e inscripciones. Acto seguido se procedía a un trabajo más sencillo, como aparejar la campana de yugo y badajo.

Ahora vendría lo más difícil: al no poder subir la campana por las escaleras interiores de la torre, habría que hacerlo por su fachada con una rudimentaria grúa con estructura de madera mediante un sistema de poleas. Para que en el penduléo de su izado no se golpease contra la pared, un campanero se sentaba a horcajadas sobre su cúspide y estirando sus piernas guiaba su ascensión apoyando sus pies en los lienzos, evitando así el peligro de rotura.

Con los nuevos hornos desapareció el artesanal oficio de campanista, hacedor y lutier de campanas, y curiosamente también el campanero que las tañía. Con el prodigio de la electrónica las sacristías gozan de un control  que desde la misma, sin subir al campanario, se programan los toques rituales. Este "sacristán eléctrico" como muchos lo denominan, es un campanero barato que se tañe desde la sacristía y “no se bebe el vino de consagrar”.

De los magistrales toques artesanales solo queda el recuerdo, pues nunca fue nada fácil ser un buen campanero, ni inclusive mediocre. Estos toques han llegado a nuestros días por transmisión oral y algún viejo documento:

Se tocaba a "nublo" y a tormenta entre la cruz de mayo y septiembre para preservar las cosechas.
El toque de "yelo" contra las heladas cuando brotaban las cepas.
El toque a "hombre perdido" por la niebla o nieve.
A rebato, fuego, a vendimiar, a misa, rosario, a muerto... y sin saber la razón la noche anterior al día de aguedas, como también los toques de difuntos en la noche de ánimas. El toque a parto que indicaba con detalle el sexo del recién nacido; el toque de ordeño, el de salir a pastar, y otros mas que se daban en diferentes pagos. Raras fueron las gigantescas carracas, que pocos campanarios albergaban en Castilla, que en sustitución de las campanas llamaban a los oficios en Semana Santa, en su lugar un campanillo efectuaba tal labor, que también sonaba  los viernes de Cuaresma, invitando al ayuno y abstinencia.

Estado actual de la torre del campanario de la iglesia de San Miguel (Fuentelcésped) Torre-Campanario del siglo XVII que contiene 6 campanas fechadas entre 1716, 1732, 1745, 1758, 1877 y 1980. (Inventarios de Campanas de Fuentelcésped: http://campaners.com/php/poblacio.php?numer=1847 )  
Acordarse de Santa Bárbara cuando truena

Hay quien recuerda, y son datos del siglo XX, a la persona encargada de tañer la campana de la ermita de Santa Barbara cuando se presentía tormenta para ahuyentar los "malos nublos", y salvar las cosechas del pedrisco, hasta hace poco más de 40 años, primero fue Alejandra y después Encarnación, además y a diario subían la cuesta hasta la ermita para el toque del Ángelus a mediodía y repetir el mismo toque a la una de la tarde, para entretenerse durante esa hora se subían el “mundillo” para hacer el conocido encaje de bolillos, por lo que no es de extrañar que les salieran "toque campaniles floreados".  Algo similar  ocurría, en cuanto a las tormentas, que las citadas damas fuentelcespenses subían con presteza a la mencionada ermita a la primera señal de proximidad de "nubes negras", que  cualquiera de estas dos señoras trataban de ahuyentar, conjurandolas, a toque de campana, para alejar dichas nubes que si descargaban pedrisco anhegarían las cosechas, y como se ha comentado también acaecía en Maderuelo, lo que reafirma la conocida y popular frase "sólo nos acordamos de Santa Barbara cuando truena".

Existen crónicas en Fuentelcésped cuando con todo lujo de celebración, el abad de La Vid, Fray Jerónimo González Tenorio acudió a la villa, allá por 1723 para bautizar un esquilón dedicado a San Miguel, al ser colocado en la torre de la parroquia; raro era que el presbítero local procediese a tal bautismo, estando tal evento reservado a los obispos o alguna destacada jerarquía eclesiástica.


Otro capítulo aparte merece hacer mención a las campanas de la ermita. Pero para eso no tenemos más que ver el magnífico trabajo de inventario de todas las campanas que forman parte de nuestro patrimonio en la página www.campaners.com del que es coautor un enamorado de estas campanas, se trata de Alberto Miguel Díaz actualmente concejal de festejos y cultura del Ilmo. Ayuntamiento de Fuentelcésped.

Información más completa sobre el citado inventario en 

http://campaners.com/php/poblacio.php?numer=1847
  
El campanillo llamado de San Miguel, se encontraba arpado. Casi con seguridad se tiraría desde la torre y
dormía el sueño de los justos en el armario de las escobas.

Y ahí le tenemos restaurado. Posteriormente fue colocado en su lugar.

3 comentarios:

  1. I congratulate the author on this great historian and very interesting work. It denotes dedication and deep knowledge, apart the research
    Best regds
    J. Scott

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Thank you for your compliments regarding this, your comment encourages me to continue writing. Best regards

      Eliminar
  2. Gracias por acercarnos al mundo de las Campanas y Campanillos, antiguamente al orden de cada día y hoy tan olvidado

    ResponderEliminar